Había imaginado este momento mil veces, incluso antes de ser madre. Había soñado con un ser minúsculo con ojos grandes que me miraba y me decía: «Hola, mama». Y hoy puedo decir que mi hija ya dice Mama. Y también Papa.

La verdad es que pensaba que sería un pelín distinto. Pensaba que sería de un día para otro, de golpe, y no ha sido así. Igual como con el gateo, ha ido perfeccionando la técnica progresivamente. Empezó con TA-TA-TA para decir TA-TI-TA-TI (sí, sin saberlo dijo Tati antes que Mama). De ahí pasamos al PA-PA-PA-PA y MA-MA-MA-MA. Llevaba ya un tiempo con esas sílabas (igual que con su EEEOO, que usa para saludar, a la vez que levanta la mano), hasta que nos hemos dado cuenta que les da todo el sentido del mundo.

Aquí tengo que decir que tanto mi madre como mis amigas de tribu (de las que os hablé un día) me convencieron de que Indira ya lo decía con sentido. Cuando se despierta y quiere que la coja: Mama. Cuando ve algo que le gusta y se pone contenta: Mama. Cuando estoy cerca de ella: Mama. Cuando está quejosa y quiere dormir o mamar: Mama. Cuando le digo: «Mira el papa» o «Ves amb el papa». Mira y sonríe a Xavi, sin dudarlo. Y le echa sus bracitos mientras se lanza hacia él.

Es una sensación única, mágica, indescriptible. Es un subidón de felicidad que rebosa por los poros de la piel. Es algo equiparable a aquellos primeros meses de tu hij@, cuando llora en brazos ajenos y solo se calma cuando está contigo.

Tengo la certeza de que Indira ha empezado a entendernos. Bienvenida al mundo de la comunicación verbal humana, hija.

Y mientras tanto Indira… Está alucinada con la panera dels tresors que su Yayo Juan le ha ido montando. Un día os hablaré de ello, pero os aseguro que con objetos cotidianos y fáciles de encontrar, un bebé puede pasarse horas distraíd@ y dar una pequeña tregua a sus papis (que aun así no pueden ni deben quitarle el ojo de encima, claro).